
¿Peligra mi relación de pareja?
En muchas ocasiones, cuando vienen parejas a terapia están ya casi en un punto de no retorno: el amor que hubo una vez está prácticamente desaparecido y la tolerancia a la frustración se encuentra bajo mínimos. Se cuestiona todo lo que hace el otro, todo molesta e incluso se malinterpreta. El trabajo en dichos casos obliga a atravesar la desilusión, la ira y el dolor para llegar a saber si existe algo que salvar y si desean (ambos) que la relación sane.
El malestar en el seno de la pareja se aloja, y se alimenta de ciertas actitudes: diferencias no afrontadas, dominancia y control, descalificación y condena, dureza, instalación en la queja y desconfianza, todas ellas con un significado y una fuerza diferente en la ecuación, pero que se retroalimentan y afectan mutuamente. Para poder sanar una relación en crisis, hay que distinguir cuál de ellas es la más significativa para comenzar por ahí y, una vez sanada y si resulta posible, centrarnos en la siguiente. Muchas veces existen expectativas poco realistas entre los miembros de la pareja, además de resistencias y escepticismo sobre la continuidad de la relación. Es un camino duro, lento y a veces pareciera sin salida, pero cuando las personas son sinceras, están abiertas y todavía queda interés en el otro, y si tienen el deseo de encontrar el punto de encuentro existe la posibilidad de darle un giro positivo a la relación.
Para comenzar a ver en qué categoría funcionáis peor hay que analizarse, y aunque casi todos hemos “caído” en estos errores en algún momento de nuestra relación, la diferencia se da por la cantidad y la calidad de los comportamientos negativos y en cómo han hecho degenerar la que en un principio fue una relación satisfactoria y nutricia para ambos. Hay que estar dispuestos a dar la cara al problema, empezando por reconocer lo que os hacéis mutuamente, para poder cambiarlo.
Diferencias no afrontadas. Las parejas están formadas por dos personas, que como es obvio son diferentes, cada una con una manera distinta de ver la vida, y las cosas que desean, que quieren y que no quieren en una relación. Cuando una relación madura, van apareciendo nuevos conflictos, y las parejas que resultan exitosas son las que tienen la capacidad de escuchar profundamente al otro, con apertura para ver las cosas desde una perspectiva diferente, y deseando encontrar un terreno compartido. Éstas parejas utilizan los desencuentros como oportunidad para comprometerse con el otro con más fuerza y solidez. Ocurre a menudo que los miembros de la pareja no saben como hacerlo, o están más interesados en ganar la discusión que en aprender. Cuando se da una discusión y ésta no se sana, es decir, cuando no se cierra con ambos miembros estando de acuerdo, seguramente en un punto distinto del que tenían cuando iniciaron la discusión, pero ahora sí común, se crea un abismo más amplio, que disminuye la intimidad y que convierte a la pareja en adversarios, en lugar de amigos.
Cuando una pareja se encuentra en un bucle de diferencias no afrontadas se da mensajes del tipo: “No eres capaz más que ver las cosas desde tu punto de vista”, “Siempre quieres tener la razón”, “Ya has ganado, ¿estás content@?”, “No me vas a convencer, tengo razón y lo sabes”, “para qué me voy a explicar, si nunca escuchas”, “No sé ni porqué hablo contigo”.
Dominancia y control Éste problema se da cuando la pareja ya no trabaja en equipo, y se encuentra en una lucha de poder por llevar el control de la relación. Se manipula, presiona, invalida o socaba cualquier movimiento del “contrario” en aras de ganar cuotas de poder. Puede reaccionarse a gritos para que el otro ceda, intentando intimidar o incluso aplastar al otro en un gesto de sumisión, o puede ser que se desconecte, no se diga nada pero después se hace lo que le da a uno la gana o se manipule de manera más indirecta. Puede ser que en un ámbito se tenga el poder y en otros sea el contrario en que lo tenga, pero sea como sea, la batalla por tener la última palabra está siempre presente.
Cuando se compite por tener el dominio y el control, la gente habla de ésta forma: “voy a hacer lo que me dé la gana, ni intentes detenerme”, “¿después de cómo te equivocaste la última vez, pretendes que ahora te haga caso?”, “No te voy a escuchar más, no tienes ni idea de lo que hablas”, “Si crees que te voy a hacer caso porque grites la llevas clara”.
Descalificación y condena.
Cuando se ha caído en ésta actitud, en el momento en que algo va mal, lo primero que hace la pareja es señalar al otro. Se invalida, anula, insulta o descalifica a la pareja, esperando que se sienta culpable y con remordimientos por lo que ha hecho, esperando que el castigo cambie el comportamiento de su pareja, consiguiendo muy probablemente el efecto contrario.
Los comportamientos cuando la gente intenta sentir culpable a la pareja serían del tipo: “ya llevas cuatro noches durmiendo en el sofá ¿Por qué no dices simplemente que no quieres dormir conmigo?, “Nunca haces lo que yo quiero, siempre se trata de ti”, “Claro que no te escucho, siempre estás con lo mismo”, “¿Por qué voy a ser amable si eres un borde tú?”, ¿qué yo no soy cariños@?, ¿Y cuándo viniste tú a darme un beso?”, “¿No podrías comenzar tú las relaciones sexuales para variar?”
Dureza En las parejas que tienen problemas desaparece la tolerancia y la buena predisposición que caracteriza una relación sana. Se relacionan con el otro con una coraza, sin mostrar vulnerabilidades, desde el cinismo y la amargura. La actitud es pesimista, rígida, defensiva y de desnutrición hacia el otro, con continuas observaciones beligerantes.
Cuando la gente se ha endurecido hacia la pareja suena así: “No sé para qué, si tu seguirás igual”, “No me tires tu mierda, ya no funciona, ya no me afecta”, “Siempre estás preparad@ para hacerme daño”, “ya me has rechazado tantas veces que ni lo intento”, “ya ni te escucho, eres idiota y siempre lo serás”, “si, vuelve a poner esa cara de pena, ya no me la creo, sólo me produce cansancio” .
Instalados en la queja En una pareja en crisis no existe un acto o expresión del compañero que agrade, comparta o disfrute. Se critica, se dan consejos que no se piden, se desafía o se queja en diferentes grados y de diferentes formas, en función de la personalidad de cada uno, pero siempre, y eso se comparte en todos los casos, existe una insatisfacción sobre el comportamiento del otro.
Cuando uno de los dos no para de quejarse, por un lado para desahogarse y por el otro intentando un cambio que no llega, el otro o deja de escuchar, o hace promesas sin ninguna intención de cumplirlas o explota por toda la frustración acumulada. Si la queja persiste se va creando un poso de rencor que puede mostrarse de diferentes maneras, desde el malhumor hasta la depresión, ahogando cualquier rastro de amor que alguna vez hubo.
La persona que se queja de manera continua dice cosas como: “Nunca me escuchas. Me dijiste que me acompañarías a casa de mi madre y sigues igual. Siempre pones excusas, me deprimes”, “tus amigos están en forma y tú mira que barriga”, “no hacemos nada juntos, te pasas el fin de semana mirando la tv”, “y todo lo que he dejado de hacer por ti…”
Desconfianza La desconfianza en la pareja aparece de forma evidente ante infidelidades, las adicciones y la mentira pero no son la única causa: promesas incumplidas, un comportamiento interpretado como negativo, las decepciones y las desilusiones también pueden llevar a un miembro de la pareja a una posición de tristeza que coloca al otro en un lugar mucho peor que el que tenía originariamente.
Dañamos la confianza en la pareja con frases del tipo: “sé que te prometí que lo dejaría, la próxima vez lo conseguiré”. “he querido decírtelo muchas veces, pero no sabía cómo reaccionarías”, “¿Cuántas veces necesitas que te diga que te quiero? Madura”. “Si, se me olvidó la fecha, pero no puedo estar en todo, podrías ponerte en mi lugar”. Cada uno de estos comportamientos produce desgaste. A medida que continúan van además intensificándose, provocando que la pareja pierda los recursos que al principio permitían querer y poder cambiar comportamientos que dañaban al otro. Cuando se dan de forma importante y sin descanso dejan sin energía ni compromiso para la reconstrucción de la relación.
Es posible volverse a enamorar desde un profundo desánimo, pero también es posible que la relación esté tan dañada que no se pueda reparar. Lo realmente importante es comprometerse con la felicidad.