
Miedo
El miedo es una emoción necesaria en los seres vivos, es adaptativo y lícito y, de hecho, no sentirlo está catalogado como un síndrome médico (síndrome de Urbach-Wiethe).
No hace tanto que nos sirvió para evitar ser el almuerzo de los depredadores y ahora, fuera de la selva, sentimos miedo ante las incertidumbres cotidianas y las amenazas reales que se nos presentan en muchos momentos por muy sabios y fuertes que nos consideremos: todo el mundo siente miedo.
La mayoría de las veces tenemos herramientas para afrontarlos, recuperando el poder y la autonomía, y saliendo reforzados por haberlos superado. Pero hay ocasiones en que nos sentimos impotentes: el miedo se vuelve irracional. No nos deja avanzar y nos bloquea fisiológica cognitiva y emocionalmente. Afecta a nuestra autopercepción, y toma las riendas de nuestra vida, normalmente extendiéndose de manera lenta pero segura hacia diferentes ámbitos sobre los que va tendiendo su espeso manto.
A nivel individual hay estrategias para superarlos, que básicamente consisten en la confrontación con ellos, primeramente con una exposición imaginaria y pasando poco a poco a la exposición real. Realizar técnicas de relajación previas puede facilitar el proceso.
El problema es que la teoría es más sencilla que la práctica. Cuando un miedo se vuelve irracional difícilmente funcionará un afrontamiento desde la racionalidad: “no pasa nada”, “no es para tanto”, “tu puedes”, “no dejes que te domine” son consejos que todo aquel que se enfrenta a un miedo o fobia ha escuchado o se ha dicho a si mismo, pero que no por bienintencionados resultan eficaces lamentablemente.
Es uno mismo el que, cuando entiende que ha probado todas las herramientas que conoce y que a pesar de ello tiene miedos que están condicionando o limitando su vida de manera importante, debe decidir si ha llegado el momento de buscar ayuda profesional que le ayude a salir de la prisión en la que el miedo le mantiene.